MITOS DE LA TRANSICIÓN A LOS AGRO-COMBUSTIBLES.

Por Eric Holt – Jiménez, Ph.D, Director Ejecutivo de Alimento Primero.

San Salvador, 15 de octubre de 2007

“Los biocombustibles” invocan una imagen de abundancia renovable que permite que la industria, los políticos, el Banco Mundial, la ONU y incluso la Comisión Intergubernamental en el Cambio Climático, planteen que los combustibles elaborados a través del maíz, caña, soya y otros cultivos, promueven una transición suave del pico de consumo del petróleo a una economía de combustible renovable.

Este mito de abundancia y transición sustentable desvían la atención de los intereses económicos poderosos que se beneficiarían de esa transición, además, evitan la discusión del precio creciente que ciudadanos del Sur están empezando a pagar para mantener el estilo consumista petrolífero del Norte y sobre todo ocultan las consecuencias profundas de la transformación de nuestra sistema de alimento a combustible.

El “Boom” de Agro – Combustibles

Países industrializados han desatado un “boom de agrocombustible” con el objetivo que el año de 2010 en Europa el combustible utilizado para el transporte alcance el 5.75% y en Estados Unidos sea el 10% en el año 2020., lo que llevaría a la producción de 35 billones de galones de agrocombustible al año. Estas metas exceden las capacidades agrícolas del Norte industrial. Europa necesitaría sembrar 70% de sus tierras de labranza para fabricar sus combustibles y toda la cosecha de maíz y soya de los Estados Unidos necesitaría ser procesada como etanol y “biodiesel”.

En este sentido, los países del norte esperan que para cumplir sus necesidades, los gobiernos del sur inicien el abastecimiento de la materia prima para la generación de agrocombustibles, por ejemplo Indonesia y Malasia rápidamente están cortando bosques para ampliar sus plantaciones de palma de aceite, con el objetivo de suministrar hasta 20% del mercado “bio-diesel” de la Unión Europea. En Brasil – donde cultivos combustibles ya ocupen un área del tamaño de los Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo y Gran Bretaña – el gobierno ha planeado un aumento multiplicado por cinco las áreas sembradas de caña de azúcar con la meta de sustituir 10% de la gasolina mundial para el año 2025.

La rápida capitalización y concentración del poder adentro de la industria de agro-combustibles es  impresionante, desde el año 2004 a 2007, la inversión de capital de riesgo en agrocombustibles aumentaba multiplicada por ocho. Inversión privada está inundando las instituciones públicas investigativas; corporaciones gigantes de petróleo, granos, la industria automotriz y la industria genética están formando sociedades poderosas: ADM con Monsanto, Chevron y Volkswagen; también BP con DuPont y Toyota.

Campeones de agrocombustible nos aseguran que los cultivos que se utilizan para la generación de los mismos, son renovable, son ambientalmente amigables, permiten la reducción del calentamiento global y fomentan el desarrollo rural. Pero el poder tremendo del mercado de las corporaciones mundiales de agrocombustibles junto con la débil voluntad política de los gobiernos para regular sus actividades, es una receta para el desastre medioambiental y hambre creciente en el Sur. 

Los agrocombustibles son limpios y verdes

Los impulsores plantean que los cultivos utilizados para combustibles son verdes, ya que ellos a través de la fotosíntesis captan los gases invernaderos y además reducen el consumo de combustibles fósiles.

Más sin embargo, en el “ciclo vital” de agrocombustibles no se ha considerado que cada tonelada producida a través de la palma de aceite, resulta en 33 toneladas de emisiones de dióxido de carbono – 10 veces más que petróleo. Bosques tropicales desforestados para etanol de caña de azúcar, emiten 50% más gases invernaderos que la producción y el uso de la misma cantidad de gasolina.

Hay también otros problemas medioambientales. La industria del agrocombustible requieren aplicaciones grandes de abonos petrolíferos, – se esta utilizando 45 millones de toneladas/año- tiene más que el doble el nitrógeno biológicamente disponible en el mundo, contribuyendo pesadamente a la emisión del oxido de nitrógeno, un gas invernadero 300 veces más potente que CO 2. En los trópicos – donde la mayoría de los agro-combustibles del mundo pronto serán sembrado – los abonos químicos tienen 10-100 veces el impacto en calentamiento global comparado a aplicaciones templadas de tierra.

También para producir un litro de etanol cuesta tres - cinco litros de agua de riego y produce hasta 13 litros de aguas residuales, además cuesta un equivalente de energía de 113 litros de gas natural para tratar sus residuos, aumentando la probabilidad que ellos simplemente sean depositados sin tratamiento en quebradas, ríos y agua subterránea.

 Los agrocombustibles no fomentarán la deforestación

Proponentes de agrocombustibles exponen que los cultivos sembrados en terrenos degradados ecológicamente mejorarán, más que destruir el medioambiente. Quizás el gobierno de Brasil tuvo esto en mente cuando reclasificó 200 millones hectáreas de bosques trópicos-secos, pradera y pantanos como” degradados” y competente para ser cultivados, las cuales se encuentran ubicadas en la Mata Atlántica , el Cerrado y el Pantanal, ocupado por gente indígena, campesinos de agricultura subsistencia y ranchos extensivos de ganadería, los cuales simplemente ampliarán sus “frontera agrícola” hacia la Amazona , intensificando su deforestación.

Plantaciones de la palma de aceite para “biodiesel” son la causa principal de la pérdida forestal en Indonesia, un país con uno de las tasas más altas de deforestación en el mundo. Para el año 2020, las plantaciones de aceite de palma de Indonesia triplicarán en tamaño hasta 16.5 millones de hectáreas -un tamaño de Inglaterra y Gales combinados – resultando en una perdida de 98% de cubierta forestal. Malasia, el productor mundial más grande de aceite de palma, ya ha perdido 87% de sus bosques tropicales y sigue desforestando a una tasa de siete por ciento al año.

Los agro-combustibles no causarán El Hambre

El hambre, dice Amartya Sen, resulta no de escasez, sino de la pobreza. Según la FAO , hay suficiente comida en el mundo para suministrar una dieta cotidiana de 3,500 calorías de frutas frescas, nueces, verduras, lácteos y carne a la población del planeta. Sin embargo, 824 millones de gente siguen pasado hambre.

En el año 2000, presidentes del mundo se comprometieron que para el año 2015, hacer un esfuerzos para reducir a la mitad a la población de países pobres que sufren de hambruna, ante éste propósito poco se ha logrado, la gente mas pobre del mundo, hoy en día, gastan del 50-80% de su total ingreso en alimentación, porcentaje el cual se verá incrementado por el aumento de los precios de combustibles, por ende un aumenten de los precios de los alimentos.

Ahora, la producción de alimentos y cultivos para agrocombustibles están competiendo por la tierra y sus recursos, esto ha llevado que los precios de los alimentos aumenten debido al aumento del precio de tierra y agua. Esta perversa espiral inflacionaria pone la comida y recursos productivos afuera del alcance de los pobres. El Instituto de Investigación del Política del Alimento Internacional advierte que el precio de la canasta básica puede aumentar el 20-30% para el año 2010 y 26-135% por el año 2020. Esto llevaría que 1.2 billones de personas padezcan de hambre para el año 2025, es decir 600 millones de personas más que en la actualidad.

Construyendo la Soberanía de Alimento y Combustible

La transición corporativa de agrocombustibles no es inevitable, no existe una razón inherente para sacrificar los sistemas sostenibles y equitativos de alimentos y combustible para la industria.

Las oportunidades para la mayoría del mundo – más que una minoría elite- para influir resultados políticos nunca has sido tan grande. La sociedad civil y sus organizaciones nunca han sido tan vibrantes, generalizados o internacionalmente conectados. Muchas alternativas exitosas, enfocadas localmente, energéticamente eficaces y centradas en los demás, actualmente están produciendo alimento y combustible en maneras que no amenazan sistemas alimentarios, el medioambiente ni sustentos de vida.

La pregunta no es si etanol y “biodiesel” tendrán un lugar en nuestro futuro, pero si nosotros permitimos un montón de corporaciones globales transformar nuestros sistemas de alimento y combustible, destruir la biodiversidad del planeta y empobrecer la mayoría de su gente. Para evitar esta trampa debemos promover una transición agraria de un estado constante construida en una reforma agraria re-distributiva que re-pueble y establece las comunidades rurales que están luchando en el mundo. Esto incluye reconstruir y fortalecer nuestros sistemas alimentarios y crear condiciones para la re-inversión local de la riqueza rural. Poner la gente y el medioambiente – en lugar de los mega-ingreso corporativos- al centro del desarrollo rural requiere soberanía alimentaría: el derecho de la gente determinar sus propios sistemas alimentarios.

 

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